Amar para vivir

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Hola…  Estando en el mes de febrero y no escribir sobre el amor, sería para mí una falta imperdonable.

            Hace unos días en el silencio de estas noches de verano, aquí en Lima, sentado en mi oficina, observaba a través de los ventanales de esta, el cielo cargado, pareciendo que iba a llover; no obstante, por medio de la imaginación pude traspasarlo y convertirlo en un cielo limpio lleno de estrellas y de sueños, y recordé aquella historia de amor de una pareja que vivió 60 años de casados.

Un día cuando la esposa bajaba las escaleras del segundo piso, resbaló y cayó como consecuencia de un infarto fulminante. El marido la cargó como pudo, la colocó en su auto y cruzó la ciudad sin respetar nada ni a nadie; la vida de su esposa era lo más valioso, pero no logró que se salvara, ya que ella llegó cadáver al hospital.

            Al día siguiente se realizó el sepelio, el hombre apenas habló y solo lloró, su mirada estaba perdida. Ya en casa, siendo de noche, reunido con sus hijos, comenzaron a recordar a su madre. En un momento dado preguntó a uno de sus hijos, que era sacerdote: -¿Dónde puede estar tu madre en este instante? El papá lo escuchó atentamente y cuando su hijo terminó de hablar les dijo: -Vayamos todos juntos al cementerio. -Pero papá, dijeron ellos, son las once de la noche. Y con voz firme les respondió: -Les pido un favor, no discutan con un hombre que ha perdido a su esposa con la que ha vivido 60 años.

            Llegaron al cementerio, fueron ante la tumba y el papá oró de rodillas, se levantó y dijo: -Hijos míos, ella y yo estuvimos unidos en cada crisis, juntos hicimos equipaje cuando nos mudábamos a otras ciudades, compartíamos la alegría de verlos a ustedes terminar sus carreras, llorábamos juntos en los hospitales cuando alguien estaba enfermo, nos apoyábamos en el dolor, nos abrazábamos cada Navidad y siempre nos perdonábamos los errores. Estoy feliz que se haya ido antes, porque ella no hubiera resistido el haberme enterrado y el quedarse sola después de mi partida. La amé y la sigo amando tanto, que no soportaría la idea de que ella tuviera que sobrellevar mi muerte.

            En el mes de febrero, mes del amor, es muy importante que desmitifiquemos los falsos amores y entendamos que “el verdadero amor es entrega y sacrificio”. Y como dice mi padre: El amor lo puede todo.

“Si no quieres sufrir, no ames… Y si no amas, ¿para qué quieres vivir?”

            Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

P. Pablo Larrán García, O.S.A.
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