Amar y perdonar

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Hola… Estamos en el tiempo de Cuaresma; por lo tanto, este es un tiempo propicio para la Conversión.

Unas cuadras más adelante se encontrarán con Mons. José Luis Del Palacio, Obispo del Callao; aunque si comienzan a observar el periódico por la parte de atrás, como lo solemos hacer muchos, a él lo hallarán primero y si siguen de frente me ubicarán. Desde ya, les digo que ambos intentaremos complementar el bello mensaje de este Domingo de Cuaresma que leeremos a través de la Liturgia de la Palabra.

Hace unos domingos les contaba la historia de un hombre que vivió en Sudáfrica y que por muchos años cuidó con esmero y cariño a una manada de elefantes. Retirado de su trabajo, muere a los pocos meses. Lo que sabemos es que estos elefantes, sin que ningún humano les avisara, se enrumbaron a donde murió su cuidador y por dos días, las cuarenta y ocho horas y en fila india, más de treinta de ellos homenajearon a su guardián dando vueltas alrededor de su casa, a pesar de que quedaba a treinta kilómetros de la reserva de los elefantes. ¿Cómo sucedió? No lo sabemos. De igual forma, te comentaba cómo en Argentina un perrito, a los dos días de la muerte de su dueño, se apareció ante la tumba de este sin moverse de allí. Todo esto, que parece fantasía, es real en el mundo de los animales, pero puede llegar a ser mucho más bello en el mundo de los humanos.

El Evangelio de este domingo nos habla de una higuera que, estando seca, le dijeron a Jesús: -Mejor la cortamos y la echamos al fuego. Jesús les respondió: -No, mejor remuevan la tierra y esperemos un año más para que dé fruto.

Si somos capaces en este tiempo de Cuaresma y Conversión remover estas tierras de circunstancias que, a muchos de nosotros, se nos ha venido encima haciéndonos perder lo más bello que tenemos los seres humanos: AMAR y PERDONAR; y, de manera muy especial, no solo al que creemos que se lo merece, sino a aquel que pensamos que no se lo merece, porque allí está nuestra grandeza humana.

Espectaculares son las historias que conocemos del mundo animal, pero divinos son aquellos gestos de seres humanos que, huyendo de sus prejuicios, han sabido llegar a lo más profundo de sus corazones y encontrar en ellos la capacidad de que, sin perder la humanidad, podemos actuar como Jesús lo hizo, dándole a los demás una nueva oportunidad.

“El envidioso inventa el rumor, el chismoso lo difunde y el idiota se lo cree”

Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

P. Pablo Larrán García, O.S.A.
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