“Antes de llenar el vaso con el líquido bueno, hay que derramar el malo”

 

         Hola… “En aquella ciudad vivía un comerciante muy rico y muy avaro. Un día, para él el más trágico de su vida, encuentra todo el oro que acumuló a lo largo de su existencia convertido en ceniza. Demás está decirte que aquel hombre se encerró en su habitación, no quería ver a nadie, ni comer absolutamente nada y ni siquiera quería tomar agua; la verdad que su única idea era morir. Todo el trabajo de su vida se convirtió en ceniza. Su esposa llamó al médico, al psicólogo, al sacerdote, en fin, ¡qué no hizo la pobre mujer!, pero para todos ellos la respuesta fue una sola: -No quiero ver a nadie, solo deseo morirme; sin embargo, cuando la situación estaba ya insostenible, su mejor amigo, a quien la esposa de este llamó, fue a visitarle y, si bien es cierto, al comienzo no lo quiso recibir. Luego, este rico avaro pensó: -Por lo menos antes de morir, quisiera ver a mi amigo. Este entró a la habitación del avaro y le dijo: -Lo que pasa es que no hacías buen uso de tus riquezas; por eso, te propongo algo: -Extiende una alfombra en tu bazar, coloca encima de ella esta ceniza y dile a la gente que estás vendiéndola.

         Después de todo, un amigo es un amigo y en una situación límite hay que hacerle caso. El avaro extendió en su negocio una alfombra y volcó sobre ella toda la ceniza que tenía en su casa. Al pasar la gente le preguntaba: -¿Por qué vende ceniza? Y el hombre respondía: -Estoy poniendo en venta todos mis bienes. Un día pasó por allí una niña muy pobre, huérfana de papá y de mamá, ve la tienda y le dice al avaro: -Señor, ¿por qué ha reunido tanto oro y tanta plata para venderlos? El comerciante manifestó: -Hijita, si quieres puedes llevarte un puñado de oro y un puñado de plata, te los regalo. Ella tomó un puñado de ceniza y enseguida se convirtió en oro”.

         Quien tiene las manos puras, las cenizas se convierten en oro; y para quien tiene codicia, el oro se convierte en amargura y preocupación.

         Próximos a las Fiestas Agustinas, pienso en nuestro fundador San Agustín, quien a lo largo de su vida tuvo éxito y fortuna, por lo que todo lo que tocaba se convertía en oro, pero necesitó que alguien tocase su corazón y a este lo convirtiera en FE.

“Antes de llenar el vaso con el líquido bueno, hay que derramar el malo”. (San Agustín)

         Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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