Agustín es una estrella que brilla en el firmamento cristiano

Hola… Si bien es verdad que en esta semana, como “agustino” y como “hijo”, no podría dejar pasar tres lindos acontecimientos que van a suceder. Saludar a mi papi, quien el próximo viernes, “Dios mediante”, está cumpliendo 91 años, por lo que les pido una oración en su onomástico. Como agustino recordamos a Santa Mónica, madre de nuestro Fundador San Agustín. Mónica tenía un carácter muy fuerte, hoy algunos lo traducirían como una mujer muy impositiva y yo te digo que nada más lejos de la realidad, porque ella sabía lo que quería y deseaba lo mejor para su hogar, logrando convertir por lo menos en una persona decente a su esposo Patricio que, en boca de su hijo Agustín, este le insistía a su madre Mónica que lo dejase solo porque era una persona incorregible. Mónica logró a través del amor, sobre todo de la oración, que Patricio retornase al buen camino. ¡Qué decir de Mónica frente a su hijo Agustín! San Ambrosio, Obispo de Milán, un día le dijo esta frase: “Mónica, no te preocupes, un hijo de tantas lágrimas no puede perecer”. Y si bien es cierto que el camino de la fe es personal e intransferible, fue Santa Mónica un gran aliciente para que Agustín tomase el verdadero camino y se convirtiera en “el más Santo de los sabios y el más sabio de los Santos”.

         Agustín es una estrella que brilla en el firmamento cristiano. Vivió momentos muy duros, como la degradación a extremos insospechados del imperio romano. Apenas 30 años después de su muerte, el imperio quedó totalmente anexado a los bárbaros. Demás está decir que toda degradación saca lo peor de sí mismo y, por lo tanto, suele sacar lo malo de cada persona. En esa época Agustín supo poner el equilibrio; su vida, su filosofía y su teología, 1,600 años después, siguen tan vigentes como hace 16 siglos.

         A San Agustín se le conoce como el “Águila de Hipona” y, hablando de águilas, se cuenta que el único animal que osa picotear al águila es el cuervo, quien subido a su lomo lo picotea sin que el águila se moleste lo más mínimo. Llegado el momento, el águila eleva vuelo a una altura donde el cuervo ya no puede respirar y no le queda otra que irse.

         Tranquilo con aquellas personas que intentan “picotear tu vida”. Haz como el águila, no te molestes, simplemente vuela más alto.

“Antes de llenar el vaso con el líquido bueno, hay que derramar el malo”. (San Agustín)

         Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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