Navidad: una humanidad pobre y para los pobres

El nacimiento de Jesús es fiesta de paz, luz y gozo… para los pobres de la tierra. Si nos detenemos a pensarlo, todos los invitados, al momento del nacimiento de Jesús, fueron los más pobres: los pobres pastores, la pobre María de Nazareth, el humilde José y hasta los olvidados animales del establo. El signo de que verdaderamente era Dios con nosotros, es que fue a buscar primero a los últimos. Nadie, sino Él, hubiera hecho eso.

Y esta verdad nos pone en movimiento. Primero, el tiempo de adviento se convierte en tiempo de hacerse pobre para estar en la lista de invitados de la Navidad. Crecer en pobreza material, eligiendo una vida más sencilla que lo usual, para tener un corazón más libre, que disfrute de la esencia de la vida, no de los adornos. Pobreza espiritual, para amar solo el Reino de Dios y su justicia, nada más. Pobreza existencial, para elegir amar en lo pequeño y cotidiano que nuestra realidad más real y no ambicionar solo las grandezas. Segundo, la Navidad se convierte en un tiempo de presencia para los pobres. Jesús vino al mundo para estar cerca de ellos y nos invita a estar mucho más cerca de los mismos. Entablar una conversación con el pobre, compartir un pan e incluso sentarlo a tu mesa… son signos reales de que Dios vino a este mundo, que ya no está lejos en el cielo.

Y todo esto nos cuestiona como comunidad educativa: ¿Cómo podemos ser una comunidad cada vez más pobre y para los pobres? Todavía no tengo la respuesta, pero me da esperanza tener viva la pregunta ¿Qué respuesta intentarías dar?