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Sembrando amor, salvamos vidas - San Agustin

Sembrando amor, salvamos vidas


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Hola… Cuando uno siembra amor, cosecha amor y, de igual manera, cuando sembramos odios y rencores la cosecha suele ser decepcionante. Como muestra un “botón”:

“Aquella mañana del domingo había amanecido fría y lluviosa, un poco parecida a nuestras mañanas limeñas. Terminada la misa de las 10.00 a.m., el monaguillo, ya en la sacristía, le preguntó al sacerdote: -¿Saldremos a repartir los volantes por las casas aledañas a la parroquia? Y le contestó: -Hoy hace mucho frío y está lloviendo. -Pero padre, le dijo el monaguillo, un niño de apenas 11 años, yo me abrigo bien y no le tengo miedo ni al frío ni al agua, debemos avanzar la tarea de repartirlos a los feligreses. -Está bien, le respondió el padre, quien cogiendo un grupo de volantes de una de las estanterías de la sacristía, se lo entregó al niño diciéndole: -Eres más valiente que yo, por eso recorrerás hoy algunas de las calles tú solo. El niño raudo y veloz salió del templo y comenzó a entregar, casa por casa, los volantes de la parroquia. Solo le quedaba uno y se dirigió a una casa solitaria que estaba en la otra acera. Tocó el timbre, golpeó la puerta, insistió con el timbre, insistió con la puerta y nada, pero el pequeño era persistente logrando que una señora saliera. -¿Qué deseas? le preguntó al niño y este le replicó: -Señora, de parte de la parroquia le entrego este volante. -Muy amable, le dijo ella y dándose media vuelta ingresó a su casa.

Pasó la semana y el domingo siguiente durante la misa, en el momento de la homilía, la señora levantó la mano y dijo: -Padre, si usted me lo permite quisiera contar algo que me sucedió esta semana. -Por supuesto señora, cuéntenos. -El domingo pasado, un día frío y lluvioso, tocó la puerta de mi casa un niño angelical, que veo le está ayudando en misa. Yo estaba subida en una silla con el afán de terminar con mi vida, porque hace unos meses murió mi esposo, estoy sola en este mundo y no tenía sentido vivir. Tanto insistieron en la puerta y cuando salí a ver quién era, me encontré con este niño, tan angelical, que me entregó un volante y me dijo: -Señora, Dios la ama”.

No existe ningún gesto de amor que no dé fruto de esperanza.

“Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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