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Hola… Siempre me impresiona esta historia. Cada vez que la escucho o la leo recuerdo a mis padres, quienes tuvieron más de sesenta años de matrimonio hasta que mi mamá se fue al cielo.
En una clase de filosofía salió el tema del matrimonio, el viejo profesor defendía el Sacramento del Matrimonio; sin embargo, un grupo de jóvenes lo negaban diciendo que las parejas debían de romperse cuando entre ellas no había amor. Por ello, el viejo profesor les contó esta historia:
“Mis padres vivieron sesenta años de casados. Una mañana mi mamá, bajando las escaleras para preparar el desayuno, sufrió un infarto fulminante y cayó rodando los escalones. Cuando mi padre se dio cuenta, con mucho esfuerzo logró colocarla en la camioneta y la llevó al hospital. Nada pudieron hacer.
En el cementerio mi padre no habló, apenas lloró. En la casa nos reunimos, mis hermanos y yo, para acompañar a mi papi. Era media noche, él se paró y nos dijo: -Llévenme al cementerio. Todos nos quedamos atónitos y uno de mis hermanos respondió: -Papá, son las doce de la noche, no te preocupes, mañana temprano te llevo. -Por favor, hijos míos, acabo de perder al ser más querido de mi vida junto con ustedes, creo que puedo pedirles que me lleven al cementerio ahora mismo. Cuando llegamos, ya ante la tumba de mi madre, mi padre comenzó a hablar: -Fueron sesenta años, ¿saben? Nadie puede hablar de ese amor si no lo ha compartido. Ella y yo estuvimos juntos en todo: alegrías, penas, cuando nacieron ustedes, cuando me despidieron del trabajo, juntos llorábamos al ver terminar sus carreras, juntos rezábamos en el hospital cada vez que uno de ustedes se enfermaba, nos apoyábamos en el dolor, nos abrazábamos y siempre nos perdonábamos, pero en el fondo me siento feliz de que ella se haya ido antes, porque Dios sabía muy bien que no soportaría mi ausencia y no me hubiera gustado que ella sufra.
Nos contuvimos en silencio unos minutos, juntos con nuestro padre abrazados, rezamos aquellas oraciones que ella nos enseñó de niños: el Ángel de la Guarda, el Padre Nuestro y el Ave María; luego nuestro papá nos bendijo y regresamos a la casa en donde lo acompañamos hasta el día siguiente; de allí, cada uno regresamos a nuestros respectivos hogares”.
El amor no se habla, no se teoriza, hay que vivirlo y sentirnos orgullosos de nuestra historia personal. “La medida del amor es el amor sin medida”.
“Una sola alma y un solo corazón hacia Dios”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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