La Navidad en nuestros corazones

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Hola… Este domingo no solo es el último del tiempo de Adviento, sino que también es una puerta entreabierta para las Fiestas de la Navidad.

No creo que sea necesario tener que poner en estas líneas consejos prácticos que nos preparen para una Noche Buena y una Navidad, como si fueran los consejos referidos a la decoración de una buena mesa o indicar cuáles son los regalos más acertados para nuestras amistades en estos días. No va por ahí; al contrario, lo que quisiera es compartir con ustedes, amigas y amigos lectores, lo más sagrado que llevo en mi corazón: La FE que mis padres me inculcaron desde niño y cómo me enseñaron a valorar aquellos símbolos que, hasta hoy, han llenado mi corazón. Y uno de esos momentos que fundamentan mi FE es la NAVIDAD. Una noche mágica del 24 de diciembre, donde recuerdo el frío con temperaturas de 0º grados; en muchas ocasiones la nieve y aquella cena normal que compartíamos en familia, a las 8.00 de la noche, para dirigirnos a la Iglesia del pueblo donde nos esperaba el Sacerdote que, celebrando la misa, hacía coincidir el rezo del Gloria con las 12.00 de la noche, al mismo tiempo que sonaban las campanas del campanario que repiqueteaban con una gran fuerza y hacían sentir a quienes participábamos en esta Eucaristía que Cristo, todo un Dios, se había hecho Hombre en la figura de un Niño; más aún, en la realidad de un Niño a quien nos comprometíamos cuidarlo de manera que fuera creciendo en nuestros corazones y en mi caso es hasta el día de hoy.

Simplemente lo pongo como experiencia personal por si alguien de ustedes pudiera ver en este paisaje de mi vida una oportunidad, no de la misma manera, pero sí con la misma intención de que la mejor forma de grabar la Navidad en nuestros corazones, es vivirla en el seno de nuestras familias y solo con ellas seremos capaces de entender, en plenitud, el significado de que Dios se haya hecho Hombre y que el único centro de la Navidad ha de ser el Niño recién nacido.

Como te comentaba al principio de nuestra conversación, no son estas líneas un cúmulo de tips para vivir la Navidad, sino una oportunidad que Dios me ha regalado de compartir con ustedes una experiencia imborrable, que hoy se mantiene tan viva como hace 60 años y que gracias al amor de Dios y al cariño de mi familia, forma una estructura irrompible de mi FE y desde ella de mi Sacerdocio.

A todos ustedes les deseo una FELIZ NAVIDAD.

“Cuando el teléfono estaba atado a un cable, los humanos éramos libres”

Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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