Ponerse en el lugar del otro

Hola… Acompáñame en este viaje visual. En un primer plano veremos el hall de un edificio de oficinas. Cargando un gran bidón de agua, un joven se acerca al ascensor y cuando este se abre, entendemos que viene del sótano porque se encuentra completamente lleno. El joven quiere ingresar con el bidón de agua, pero varias personas le increpan indicándole que no entra más gente en ese lugar; sin embargo, una señorita que ya estaba adentro, al ver esta situación sale del ascensor y le cede su sitio al hombre del bidón, se cierra la puerta y la escena pasa a una oficina donde hay un señor sentado detrás de un escritorio, la chica se le acerca y le dice: Disculpe el retraso de unos minutos, pero tuve que esperar que llegara el ascensor. Él se para de su silla, le da la mano a la joven y le dice: ¡Enhorabuena!, usted ya tiene el trabajo que venía a solicitar, diríjase a Relaciones Humanas y ellos le tomarán sus datos, porque a partir de este momento ya forma parte de esta empresa.

            Aparte de quedar la chica “de una pieza”, posiblemente ustedes, amables lectores, se preguntarán qué fue lo que sucedió. Te lo voy a contar: Regresemos a la escena del ascensor, cuando este se abre, cuando está lleno, cuando el joven del bidón de agua quiere entrar y cuando la chica sale cediéndole su sitio; pues resulta que en las imágenes se puede apreciar que uno de los parados en el ascensor era el Gerente de la empresa, con quien esta señorita tenía que hablar y naturalmente no se conocían. Este señor entendió que una persona con los sentimientos de aquella joven, encajaba perfectamente en la filosofía de su compañía.

            Son muchas veces que los pequeños detalles hechos con espontaneidad, en este caso la chica lo hizo porque sencillamente estaba hecha “de esa madera”, ella no conocía a las personas que iban en el ascensor, pero en la vida, muchas veces a nuestro lado, nos observan personas que, alguna vez, tienen que tomar decisiones sobre nosotros y estas actitudes, al menos para mí, con todo respeto, pesan más que todos los títulos académicos que podamos tener.

            Al contarte esta historia quiero transmitirte un valor que, posiblemente, muchos de nosotros estamos perdiendo en estos tiempos y es el de la “compasión”, que significa ponerme en el lugar del otro; en este caso la chica entendió que el joven con el bidón de agua necesitaba estar en el ascensor más que ella.

“Si no quieres sufrir, no ames; pero si no amas, ¿para qué quieres vivir?”. (San Agustín)

            Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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