Reflexiones – Por los caminos del Señor

Hola… Se llama Fr. Damián de Vegas. Nació en España en el siglo XVI y escribió este poema que yo, personalmente, suelo leer con frecuencia y estoy seguro que hoy, cuando lo leas, es posible que lo recortes y lo guardes para leerlo nuevamente. Y dice así:

         “Estate, Señor, conmigo siempre, sin jamás partirte, y cuando decidas irte, llévame, Señor, contigo; porque pensar que te irás me causa un terrible miedo de si yo sin Ti me quedo, de si Tú sin mí te vas.

         Llévame en tu compañía, donde Tú vayas, Jesús, porque bien sé que eres Tú la vida del alma mía; si Tú vida no me das, yo sé que vivir no puedo, ni si yo sin Ti me quedo, ni si Tú sin mí te vas.

         Por eso, más que a la muerte temo, Señor, tu partida, y quiero perder la vida mil veces más que perderte; pues la inmortal que Tú das, sé que alcanzarla no puedo, cuando yo sin Ti me quedo, cuando Tú sin mí te vas”.

         Estos poemas o escritos suelen ser producto de personas que viven una profunda relación con Dios. Podríamos recordar a San Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y Madre Teresa de Calcula, quienes viviendo una profunda relación con Dios e iluminados por el Espíritu Santo, solo ellos pueden llegar a expresar en unas líneas todo aquello que al común de los mortales nos está negado.

         Es posible que a muchos de ustedes les suceda como a mí, mejor dicho a mí me sucede como a un gran número de ustedes, que leo un texto, pero cuando encuentro en él luz y sabiduría suelo regresar ya con más calma, pensar cada palabra, cada frase, cada momento.

         Un sabio quiso enseñarle a su alumno el valor de la lectura y un día, al lado del río, el sabio le pidió a su alumno, entregándole un colador, que le trajera agua del río; el estudiante lo intentó varias veces y, por supuesto, cuando llegaba a donde se encontraba su maestro, en el colador ya no había agua. -Maestro, le dijo, ¿para qué recojo agua con un colador si no puedo llegar a entregársela a usted? El sabio le respondió: -La lectura de un libro es exactamente igual, es posible que no te quedes con todo el libro en tu cabeza; el colador quedó limpio por el paso del agua entre sus rejillas; de igual manera, un libro siempre purifica el alma.

“La Fe no hace las cosas fáciles, hace las cosas posibles”

         Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Qué Dios nos bendiga!

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